Peluca vivió como «mascota» en una familia humana hasta que dejó de ser un bebé. Cuando cumplió 6 meses y tomó el tamaño de un pato adulto, fué abandonado dejando de mostrar interés sobre su vida y necesidades. Estaba bastante unido a los humanos con los que vivía, creemos que el abandono sufrido hizo que desarrollara un carácter bastante posesivo. Desde hace poco tiempo lo vemos bastante unido con Cocó, una de las primeras gallinas que llegaron al santuario.